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El arte de ser humano

Actualizado: 3 ago 2022

S O Y, L U E G O, A C T Ú O

Cada acto de percepción, es en cierta medida un acto de creación, y cada acto de la memoria es en cierta medida un acto de imaginación. Oliver Sacks



La imaginación, los sentidos y el cuerpo son interdependientes. La imaginación es la capacidad de construir imágenes. Nuestras imaginaciones nos hacen humanos y ocupan cada microsegundo de nuestras vidas. Sólo la imaginación puede interpretar lo que nuestros sentidos transmiten al cuerpo. Es la imaginación la que nos permite percibir. Nada en el mundo existe hasta que podemos percibirlo. Actuar es un misterio, como también lo es el teatro. Nos reunimos en un espacio y dividimos éste en dos mitades, una de las cuales actúa historias para la otra. No conocemos sociedad alguna donde nunca sucedan estos rituales. Es un lugar donde soñamos juntos. Un bebé nace con la anticipación de actuar, está orgánicamente preparado para copiar comportamientos de los que será testigo. Actuar es un reflejo. Actuar es un arte primigenio, y el arte revela la excepcionalidad de las cosas. Pero siempre hay un vacío entre lo que sentimos y nuestra habilidad para expresar lo que sentimos.

El cuerpo es nuestro instrumento. Cuando nuestro instrumento se sutiliza, estamos siendo preparados para abrirnos a las posibilidades ilimitadas de ese vacío. Frente al vacío desconocido hay, naturalmente, miedo. Cada vez que nos encontremos en el borde del precipicio, reaparecerá ese miedo al vacío dentro uno mismo y al vacío en el espacio. Entonces, enseguida tratamos de llenar el vacío para disipar el miedo, para tener algo que decir o hacer. Se necesita una gran confianza para quedarse sentado inmóvil o guardar silencio. Una gran parte de nuestras manifestaciones excesivas e innecesarias son el resultado del terror a no seguir estando ahí si no demostramos de alguna manera que existimos todo el tiempo. En el teatro, donde todas las energías deben converger en un mismo fin, la capacidad de reconocer que podemos estar totalmente “ahí”, sin “hacer” nada en apariencia, es de una importancia suprema. Se llama Presencia. Una buena interpretación no es el resultado de una composición mental previa, sino de haber creado un espacio libre de miedo en el interior. El vacío en el teatro permite que la imaginación llene los huecos. Paradójicamente, cuanto menos se le da a la imaginación, más feliz se siente, porque es un músculo que disfruta jugando.

TEATRO es una palabra tan vaga que o bien carece de significado o crea confusión, porque una persona habla de un aspecto y otra de algo completamente diferente. Es como hablar sobre la VIDA. La palabra es demasiado importante para tener un significado. El teatro no tiene nada que ver con edificios, ni con textos, intérpretes, estilos o formas. La esencia del teatro se halla en un misterio llamado “el momento presente”. El MOMENTO PRESENTE es asombroso. Su transparencia es tan engañosa como el fragmento arrancado a un holograma. Cuando se desintegra un átomo de tiempo, todo el universo se halla contenido en su infinita pequeñez. Aquí, en este momento, superficialmente, no ocurre nada en particular. Yo hablo, vosotros escucháis. Pero, ¿es esta imagen superficial un reflejo auténtico de nuestra realidad presente? Por supuesto que no. Nadie se ha desprendido súbitamente de todo su tejido vivo; aunque aletargadas por el momento, nuestras preocupaciones, relaciones, comedias menores y profundas tragedias siguen ahí, como actores y actrices guardando entre bastidores. En nuestro interior, en todo momento, como un gigantesco instrumento musical dispuesto a ser tocado, se hallan las cuerdas cuyos tonos y armonías son nuestra capacidad de reaccionar ante las vibraciones del invisible mundo espiritual que a menudo ignoramos, pero con el que entramos en contacto cada vez que tomamos una nueva bocanada de aire. Por este motivo, cuanto mayor es nuestra libertad, tanto más debemos comprender y disciplinar todo acto de teatro; para que éste tenga significado, debe obedecer unas reglas. El teatro, gracias a la energía del sonido, la palabra, el color y el movimiento, pulsa una tecla emocional que a su vez hace estremecer el intelecto. El mundo invisible no tiene forma, no cambia o, al menos, no lo hace tal como nosotros lo entendemos. El mundo visible siempre está en movimiento, su característica es el flujo. Sus formas viven y mueren. La forma más compleja, el ser humano, vive y muere, las células viven y mueren y, exactamente de la misma manera, lenguas, modelos, actitudes, ideas y estructuras nacen, decaen y desaparecen. En ciertos momentos únicos de la historia de la humanidad, los y las artistas han sido capaces de establecer uniones tan auténticas entre lo visible y lo invisible, que sus formas, fueran éstas templos, esculturas, cuadros, narraciones o música, parecen sobrevivir eternamente. La cuestión primordial, por tanto, es la forma, LA FORMA PRECISA. ¿Qué significa la forma? Por muchas veces que me haga esta pregunta, inevitablemente me conduce a la “sphota”, una palabra de la filosofía india clásica, cuyo significado se halla en su sonido: una onda que aparece súbitamente en la superficie de las aguas tranquilas. Una forma es lo virtual manifestándose, el espíritu encarnándose, el primer sonido.

Una experiencia teatral que viva en el presente debe estar en íntima relación con el ritmo de su tiempo: combina misteriosamente la creatividad con la voluble superficie de la vida. El arte es una rueca que gira en torno a un eje inmóvil que no podemos atrapar ni definir. Lo que queremos es hallar el tejido de la vida. El teatro debe ser inesperado. Nos conduce a la verdad a través de la sorpresa, convierte el pasado y el futuro en parte del presente, nos permite distanciarnos de lo que nos rodea en nuestra vida diaria y elimina la distancia que existe entre nosotros. Es la verdad del momento presente lo que cuenta, el absoluto convencimiento que sólo puede aparecer cuando entre intérprete y público existe un lazo de unión. Esta unidad aparece cuando las formas temporales han cumplido su cometido y nos han llevado al único instante irrepetible en que una puerta se abre y nuestra visión se transforma. Para mí, el aspecto esencial de un trabajo dado es su vitalidad. Esta vitalidad o energía es el reflejo de la valentía del artista para encarar su propio miedo. La creación artística no es un escape de la vida sino una penetración en ella. La vitalidad en el arte es el resultado de la expresión, la energía y la diferenciación. Debemos aceptar el miedo a las diferencias para crear un arte vital. Una no puede mirar directamente a los temas de la humanidad verdaderamente grandes más de lo que puede mirar directamente al sol. Para mirar al sol miras de lado. Entre el sol y el lugar desde donde estás mirando está la percepción del sol. En el arte y en el teatro utilizamos la metáfora como aquello que está a un lado. A través de la metáfora vemos la verdad sobre nuestra condición. La metáfora es aquello que se lleva por encima de la literalidad de la vida. El arte es metáfora y la metáfora es transformación. El arte, como la vida, se entiende a través de la experiencia, no de las explicaciones. Nuestro trabajo consiste en crear las circunstancias en que una experiencia determinada tenga lugar. Hacemos una invitación. Todo gran viaje empieza con desorientación. Las niñas y los niños, de manera natural, hacen girar a otro niño con los ojos vendados antes de una aventura. Debemos dar cabida a un poco de desorientación personal para allanar el camino hacia la experiencia vital. Con todo, el teatro cuestiona los límites y las fronteras de la experiencia humana, los supuestos formales, estéticos, estructurales y narrativos. La física cuántica nos enseña que la acción de observar altera el objeto observado. Observar es perturbar. Observar no es un verbo pasivo. “Teatro” significa “ver, mirar, contemplar, lugar para ver”. Es el ciclo contacto-respuesta que reside en el núcleo de la representación en vivo lo que hace que estar ahí sea tan extraordinario. La atención es tensión entre un objeto y el observador, o entre personas. Es una escucha. La atención es una tensión prolongada en el tiempo. El cometido del artista es destapar las preguntas que están ocultas por las respuestas. Aprenderemos a intentar indefinir, presentar el momento, la palabra y el gesto como algo nuevo y lleno de un potencial incontrolable.

La función del teatro es la de recordarnos los grandes temas humanos para que tengamos presentes nuestro miedo y nuestra humanidad. En nuestra vida cotidiana, vivimos en una continua repetición de patrones a los que estamos acostumbrados. El arte debería ofrecer experiencias que alterasen estos patrones, que despertasen lo que está dormido. Al principio, los humanos crearon el teatro como respuesta al terror diario de la vida. Creamos a partir del miedo, no desde un lugar de seguridad y confianza. Aprenderemos desde la seguridad de un grupo a disfrutar del vacío, entrando en el trabajo con una mano agarrando firmemente lo específico y con la otra lo desconocido.

Mintaka Escuela de Artes



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